jueves, 2 de septiembre de 2010
Su belleza me castiga cada vez que le veo, y aunque no lo vea lo hace su recuerdo. Tiene las facciones suaves, un gesto desenfadado, unos ojos vivarachos que se encienden con la chispa de una sonrisa, y una sonrisa que se enciende con cualquier chispa. Sus ojos, cristalinos, transparentes, sin nada que ocultar, se confunden entre el marrón de la Coca-Cola y el azul del mar. Tiene unas pequeñas marcas en la cara, en el pómulo derecho, he llegado a acariciarlas. Sus manos son de un tamaño perfecto, blancas, y estremecedoramente suaves. No suele sonreír demasiado, su teoría es que pocas personas merecen su sonrisa. Sin embargo, la regala a cualquiera que la necesite, espontáneamente, sin pensarlo. Y a mí me ha regalado tantas que he perdido la cuenta..
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