El día que lo llame, el día que lo mire y estudie cada uno de los movimientos de sus volantes. El día que lo roce sin que sea por accidente. El día en que las excusas se conviertan en el mejor de los motivos. El día que abra sus ojos y lamente no ver los suyos, entonces, podremos hablar en presente y tal vez en futuro. De indicativo. Y dejar los deseos y el 'casi' para el resto de los mortales. 

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